miércoles, 20 de julio de 2011

Apología a la Reelección

“Ninguna reforma institucional es perfecta. Al operar en una sociedad sujeta a contingencias, arrojará cambios esperados e inesperados, pudiendo los últimos ser hasta indeseables… No obstante se pueden enfrentar los problemas mejor cuando hay una clase política que asume costos de sus decisiones que una donde no” Fernando Dworak y Malú Ramírez (2011).
Respuesta a Ricardo Pompa sobre su reflexión sobre la Reelección Legislativa. Los números corresponden a los argumentos utilizados por él en su página. Dejo al lector sacar sus propias conclusiones al comparar argumentos y juzgar la urgencia de esta reforma.

1)
Con reelección los legisladores dependen del voto de su electorado más de una vez. Para reelegirse deben regresar al mismo grupo de votantes a pedirles el voto. El electorado podrá no tener acceso a la mejor información, pero sí sabe lo que sucede en su distrito porque lo vive diariamente. El distrito nota cuando el legislador está ausente porque ni lo conoce, el legislador no invierte nada de recursos/tiempo en darse a conocer porque su continuidad política no depende del mismo electorado. Si tiene que regresar a pedir el voto, maximizará sus posibilidades tratando de hacer cosas que satisfagan al electorado, y para eso debe conocer qué es lo que más les importa. Con base en eso se especializará, buscando estar en comisiones donde juegue un papel determinante en dichos temas. La especialización de los legisladores depende de las comisiones que ya existen, lo que hace la reelección es vincular de forma más estrecha que el legislador busque enfocarse en los temas que más le interesan a su electorado. La especialización en un tema NO ES EXCLUYENTE a que tome posturas sobre múltiples issues auxiliado por sus compañeros de partido y asesores a la hora de votar. El mecanismo busca vincular intereses de los ciudadanos con el voto del legislador. E.g. En este momento hay foros en el Senado sobre el Tratado de Libre Comercio con Perú y la negativa de varios legisladores con vínculos agrícolas a que se ratifique como está elaborado. Son los legisladores especializados en agricultura, pero no sabemos si es porque son de distritos primordialmente agrícolas o porque son miembros de la CNC (lo cual si son). Puede darse el caso que varios de ellos sólo estén defendiendo las posturas de su confederación porque su jefe y su continuidad política está ahí y no porque representen a votantes (podrían ser pluris). La idea es que haya un mayor vínculo con los votantes.

2)
La especialización no es contradictoria al vínculo con el distrito principalmente porque “políticas públicas concretas” afectan a ciertos distritos más que proporcionalmente que a otros. El ejemplo que puse de arriba del tratado de libre comercio con Perú muestra como una política pública concreta, de alcance internacional, afectaría más a distritos rurales que a urbanos. Tendrían que ser los legisladores cuyo electorado se viera fuertemente afectado los que estuvieran luchando en contra de dicha política. Hoy como elector de dicho distrito, no es posible saber si tu diputado está ahí, por falta de acceso a la información y porque él/ella no regresará a decirte que luchó para preservar tus intereses. Le vale madres. Si su ascenso político está garantizado por quedar bien con el jefe entonces bien podría ni estar en dichos foros. Por otro lado, Pompa dice que “sería más fácil para un diputado reelegirse a través de acciones populistas o posturas demagogas” casi advirtiéndonos de lo que podría pasar en nuestra incipiente democracia por tener la reelección. Te tengo una noticia, abundan las acciones populistas o posturas demagógicas. Nuestro candidato de las propuestas se caracterizó por sus acciones populistas y posturas demagógicas y eso que no hay reelección. [Ver foto que le mandé a Héctor en su reflexión.] La reelección no elimina esas prácticas, esas ya existen aún sin la reelección, lo que hace la reelección es forzar a que no todos los legisladores tengan su futuro anclado a las cúpulas partidistas. Como lo establecen Sheplse y Bonchek, los congresistas cumplen la responsabilidad de impulsar o reprobar iniciativas considerando los beneficios o los costos que genere su capacidad de voto (1997). Pero los incentivos de los legisladores varían sustancialmente en función del criterio electoral que norme su ejercicio. La literatura sobre la reelección enseña que los incentivos para los legisladores provienen del grado de efectividad que muestren ante sus respectivos distritos electorales, ya que la continuidad de su trayectoria política depende justamente de la convalidación de los ciudadanos expresada mediante el voto (Mayhew 1987; Mayhew 1991; Lujambio 1995; Campos, 1996). En cambio, en un sistema sin reelección legislativa consecutiva la importancia de la voluntad ciudadana queda restringida estrictamente al período en el que se decide mediante el sufragio popular el ingreso del legislador en las cámaras. Una vez ubicados en el puesto deseado, la continuidad laboral de los legisladores dependerá cada vez menos del interés y del respaldo ciudadano para subordinarse casi exclusivamente al interés de los liderazgos que garanticen ascensos de diversa índole (Lujambio 1995; Campos 1996; Mainwaring y Shugart 1997).
3)
La existencia de los plurinominales no es la única fuente de poder del partido sobre el legislador, puesto que seas pluri o no pluri, TU PRÓXIMA CHAMBA DEPENDE DE UNA CÚPULA PARTIDISTA NACIONAL O LOCAL QUE TE PONGA EN OTRO LADO. A nadie sorprende que los legisladores son prostitutas del hueso. Sus respectivos votos en iniciativas ni siquiera están sujetos a su ideología particular en el tema, ni la de su electorado, sino a los intereses que someten al partido, intereses que pueden ser los del jefe en turno, o de los poderes fácticos. Aquí por disciplina partidista no existe la disidencia que se da en otros lugares para votar en contra de la cúpula partidista y rechazar algo que no favorece su distrito. ¿Dónde estaban los senadores de muchos estados agrícolas del país cuando Salinas pasó fácilmente el TLCAN? El voto de los legisladores está muy condicionado por la lealtad a las autoridades o a los miembros dirigentes o determinantes del partido, tal y como lo ilustra el caso de Costa Rica. De acuerdo con John M. Carey existe una marcada tendencia en los regímenes presidencialistas latinoamericanos a que el mandatario en activo influya sensiblemente en el curso y destino de las carreras políticas de sus compañeros de partido. La trayectoria política de los legisladores y su continuidad como servidores públicos aparece sujeta decisivamente más a una capacidad personal de adaptación circunstancial que a la fidelidad hacia un código de principios ideológicos que orienten sus decisiones (Mainwaring y Shugart, 1997). De este modo, la ausencia de reelección dota de un poder extraordinario a los “pesos pesados” del partido que aspiran a la presidencia, concediéndoles el privilegio de decidir el destino político de sus correligionarios de partido ubicados en las cámaras.
En los sistemas políticos sin reelección, como el nacional, prevalece un protagonismo político que desvirtúa no sólo la equidad del mérito legislativo sino sobre todo la idea misma de representatividad. Basta advertir que durante el priísmo muy pocos de los legisladores regresaban a las legislaturas. La gran mayoría refleja una tendencia ascendente (Campos, 1996). Alonso Lujambio muestra en Federalismo y Congreso en el Cambio Político de México, apoyándose en la investigación de Emma Campos, que sólo el 9% de todos los 4227 legisladores que hubo entre 1934-1997 se reeligieron por lo menos una vez (1995, p. 176). En épocas más recientes, desde el rompimiento del sistema de partido hegemónico, “los diputados y senadores hacen carreras parlamentarias a espaldas del electorado” (Estrada 2011). Los congresistas, que expresan tantas dudas a la reelección, lo acaban haciendo pero no consecutivamente. Para esta legislatura, 58 de los 120 senadores tienen más de 6 años como legisladores (previo a esta legislatura) (recopilación de datos hechos por la gente de Spin Taller de Comunicación Política). Melquíades Morales con 18 años, Heladio Ramírez, Carlos Jiménez, Francisco Arroyo, Ricardo García, Pablo Gómez y Alberto Anaya con 15 años son los senadores con más años en las cámaras. En la cámara tenemos a los diputados Sami David, Beatriz Paredes, María Esther Scherman con 18 años (previo a esta legislatura) como congresistas, Armando Neyra, César Augusto Santiago y Enrique Pedroza con 15 años (todos salvo Enrique Pedroza del PRI, el último del PT). No obstante, el comportamiento general de la legislatura nos muestra que sólo 19% de los legisladores regresan a su misma cámara (Dworak y Ramírez 2011).
4)
Pese a que es cierto, que por la falta de información y de interés del electorado un votante promedio no conoce como votó su diputado/senador en dicho tema y como tal puede dificultar la evaluación del mismo, mucho de esto tiene que ver porque el diputado/senador NO TIENE NINGÚN INTERÉS EN HACER PÚBLICO CÓMO VOTÓ. El registro existe en las páginas de las cámaras, pero hacer público es informar realmente a la ciudadanía el sentido de su votación o la explicación de su trabajo. No existe ningún mecanismo de rendición de cuentas de los legisladores en este país. Su electorado es completamente intrascendente. Escudarse en el Artículo 51 para decir que están vinculados con la nación y no deberían estarlo con el electorado no sólo es perverso como idea sino una aberración bárbara de lo que implica ser representante. ¿Qué prometen en los municipios y distritos los candidatos? Cosas locales y tangibles (además de una gran cantidad de prebendas). Ricardo Pompa parece muy atemorizado porque los congresistas se vuelvan mucho más localistas, y se dediquen a cosas más pequeñas que les importan a sus votantes, pero ha defendido varias veces en las redes sociales el sistema de compromisos hecho famoso por Enrique Peña Nieto y llevado ad infinitum por Eruviel Ávila. Muchos de los 6 mil compromisos buscan vincular al gobernador electo con políticas públicas particulares para cada distrito, municipio o colonia. No veo por qué el temor a que los congresistas busquen resolver más los problemas tangibles de la gente.
Por otro lado, tanto su cita de Escalante como él asumen que los candidatos no son importantes, sólo el partido. ¿Por qué si conocemos al candidato a gobernador o presidente y no al de diputado? Porque el congresista no cree que sea muy importante gastar sus pocos recursos en que sea conocido, porque le quita responsabilidades con el elector. Total, si hace un muy mal trabajo, o más bien, no hace nada sustancial, que el desprestigio lo cargue el candidato de su partido la siguiente vez. La argumentación de ambos se cae por los suelos porque no respondes cómo le tiene que hacer un ciudadano que quiere castigar a diputado y no al partido de este, o viceversa, le parece muy sensato el diputado que tiene pese a que su partido a nivel nacional esté para llorar. Asumes que el electorado es tan idiota que no puede distinguir entre los partidos a nivel nacional y sus candidatos en el distrito local en cualquier estado del país. Esta postura completamente irresponsable es solapada por argumentos que justifican que como no conocemos a los diputados, mejor sigamos así, total no son nuestros representantes, sino de los intereses de la nación, whatever that means. Algo que es de todos, también es de nadie. Su invisibilidad genera irresponsabilidad.
Ambos personajes tienen gran temor por que se enquisten los legisladores creando pequeños feudos sujetos a intereses particulares. Les tengo una pregunta, ¿qué es Coahuila? Dicho estado es lo más parecido a un feudo donde el señor feudal, en su calidad de virrey, hereda el trono al siguiente de la familia real. La cooptación de los medios locales y las prácticas electorales en dicho estado está a la orden del día, y Pompa que defiende tanto la pluralidad de opiniones es totalmente incongruente al no exigirla en el virreinato de Coahuila. Parece que el autor de la nota no conoce en qué país vive, puesto que si algo ha existido toda la vida son caciques. Familias verdaderamente enquistadas en los estados, como la de Rafael Figueroa en Guerrero o una muy cercana a su corazón, la del Grupo Atlacomulco, responsable por alrededor de todos los gobernadores del Estado de México desde las épocas del célebre Profesor Hank Rhon hasta don Peña Nieto. Si eso no es enquiste no sé qué es. Los caciques ya existen, la reelección no los crea, lo que permite es que cada vez haya más responsividad del congresista al electorado.
5)
Que exista en otros países es un argumento no sólo serio, sino fuerte. Si fuera tan mala, ¿por qué países tan disimilares como los Estados Unidos, España, Perú, o Japón la tienen? ¿Acaso somos tanto más brillantes los mexicanos y tan aptos para captar todo lo relacionado a la democracia que nuestra cultura nos permitió evitar ese mal que todos los demás países aceptaron? Pompa compara la democracia mexicana con la peruana, ecuatoriana, hondureña, venezolana o boliviana, pero ¿qué hay de la brasileña, uruguaya o la chilena? Esas tres naciones también la tienen, como muchos de los países desarrollados del mundo. No es extrapolar la receta del país desarrollado a nuestro país (bananero a su juicio porque nos compara con puros países menos desarrollados que nosotros) sino el mecanismo institucional que TODAS LAS DEMOCRACIAS DEL MUNDO TIENEN, SEAN POBRES O RICAS. El autor de la nota exalta que México, al igual que Costa Rica, “posiblemente el país más desarrollado democráticamente en la región” no tengan reelección. Creo pertinente presentar una serie de números sobre Costa Rica en directa alusión a su aseveración y como sigue México un patrón similar.
En Costa Rica el paso de los legisladores por las cámaras es, más que temporal, propiamente transitorio. Según lo documenta Carey, en el periodo comprendido entre 1949 y 1997, sólo 74 de los 569 legisladores que formaron parte de cualquiera de las cámaras alcanzaron la reelección tras haber cumplido con su periodo de descanso obligatorio (Mainwaring y Shugart, 1997). Sin embargo, el mismo Carey demuestra con base en el mismo acervo documental que durante el periodo de 1949 a 1986, 124 de 258 legisladores fueron ubicados en puestos de responsabilidad pública por decisión presidencial, lo cual demuestra que, al igual que en el caso de México, según lo explica también Emma Campos, la perspectiva profesional y propiamente política de los legisladores no queda comprometida a largo plazo con el ejercicio legislativo como un fin en sí mismo.
Para la legislatura mexicana presente, tenemos 259 diputados y 28 senadores que jamás han legislado ni a nivel local ni a nivel federal (Estrada 2011). En términos de partidos en la Cámara de Diputados, 50% de los panistas, 48% de los priístas, 59% de los perredistas, 81% de los verdes, 46% de los petistas, 50% de los de Convergencia, y 57% de los del PANAL no tienen experiencia previa. Los senadores están más curtidos en términos legislativos y sólo 22% de los panistas, 18% de los priístas, 28% de los perredistas, 17% de los verdes, ninguno de los petistas, y 40% de los de Convergencia nunca han legislado. Como se expuso antes con los números de Dworak y Ramírez sobre el regreso a la misma cámara, el patrón a seguir es uno donde no se da la continuidad en una cámara sino el escalar posiciones gracias a las dádivas de las cúpulas partidistas. Como lo afirma Campos, se trata de figuras que “usan el Poder Legislativo como un trampolín hacia otros puestos públicos que resulten más rentables; hacerse de un currículum y de cierta experiencia política para moverse a otros ámbitos con una carta de presentación útil como es haber sido diputado o senador” (Campos 1996, pp. 99-100).
En otro sentido, el autor critica que se busque implementar una política como receta de otro país. Ese argumento es cobarde porque aplica el típico, más vale malo por conocido que bueno por conocer, pero además se cae a pedazos considerando que el autor defiende el libre mercado. El libre mercado es susceptible del mismo tipo de aseveraciones y si así fuese, entonces tendríamos que desecharlo tal y como propone con la reelección. El argumento de la reelección es aún más fácil de defender que el libre mercado puesto que este mecanismo es aún más similar en cada país que las aplicaciones de diversas políticas de mercado en los países del mundo. Todas las democracias tienen reelección legislativa, mientras que los países tienen políticas de mercado diversas aunque estén bajo la misma ideología.
Para cerrar, quiero hacer notar que yo no estoy en contra de la reelección del Presidente, pero que ganar esa batalla en la opinión pública es aún más difícil con un electorado indoctrinado al lema de “sufragio efectivo no reelección” que hasta en los sellos de las actas en los ministerios públicos nos recetaron durante tantas décadas. La idea de la reelección es vincular de manera más estrecha al congresista con el electorado. Es obligarles a cumplir su misión de representantes, que tú fácilmente desvirtúas al hacer a un diputado de mayoría relativa igual a uno de representación proporcional al decir que son representantes de la nación y no de los distritos. Interpretar la “función central” de un diputado como lo haces no sólo es tu interpretación de esa ley, sino es la justificación para tener congresistas que representan a los altos intereses de la nación, donde los altos intereses sólo sean de los de altos ingresos o de los de mucho poder. By the way, mientes al decir que en la Constitución de 17 no había reelección legislativa, eso fue un cambio que pasó Calles en 1933. Revisa El Partido de la Revolución Institucionalizada de Luis Javier Garrido para conocer la historia de tu partido.

Bibliografía:
CAMPOS, Emma Rosa, Un Congreso sin Congresistas. La No Reelección Consecutiva
en el Poder Legislativo Mexicano 1934-1997, México D.F., ITAM, 1996.
DWORAK, Fernando y María de Lourdes RAMÍREZ, Para que se queden los que sirven,
Fundación Friedrich Naumann Stiftung, México D.F., 2011.
LUJAMBIO, Alonso, Federalismo y Congreso en el Cambio Político de México, México
D.F., UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 1995.
MAINWARING, Scott y SHUGART, Matthew S., Presidentialism and Democracy in
Latin America, Cambridge, Cambridge University Press, 1997.
MAYHEW, David R., The Electoral Connection and the Congress. In Congress:
Structure and Policy, Cambridge, Cambridge University Press, 1987.
Divided We Govern. Party Control, Lawmaking and Investigations, 1946-1990, New Haven, Yale University Press, 1991.
SHEPSLE, Kenneth A. y BONCHEK, Mark, Analyzing Politics, New York, Norton,
1997.
SHUGART, Matthew S. y CAREY, John M., Presidents and Assemblies, Cambridge,
Cambridge University Press, 1992.

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